Marcos Novaro

Cientista político. Diretor do Centro de Investigaciones Políticas (CIPOL), em Buenos Aires.

Artigo publicado em Clarín, 23/11/2015.

 

 

El nuevo ciclo será diferente del que se cierra? Depende, para empezar, que la alegría de unos no sea a costa de otros, para que el faccionalismo de paso a la convivencia. Segundo, de que el regreso del pluralismo no quede asociado a la escasez y al gobierno débil. Ambas condiciones se entrelazan. Una política que quiso ser “todo para todos”, monopolizando soluciones y con ellas la obediencia, que horadó las bases de la democracia abusando de sus instrumentos, llega a su fin. Da paso a otra que deberá esmerarse en usar bien los pocos recursos que aquella dejó, más los que ésta pueda conseguir, para tejer relaciones más sanas y equilibradas con la sociedad y atender prioridades.

Pluralismo y escasez no son fáciles de conciliar. De allí que en el pasado muchos ciudadanos, ricos y pobres, hayan deseado una hegemonía, un amo que proveyera lo necesario. Ahora tenemos que volver a aprender a vivir en una república, y descubriremos pronto que hacerlo tiene sus costos, por los frenos y la constante exigencia de acuerdos. ¿Seguiremos siendo tan optimistas como hoy cuando choquemos con esos problemas?

El nuevo gobierno ha prometido desarrollo y modernización de un lado, democracia y república del otro. Pero los acentos todavía están por verse. Tampoco sabemos cómo se plantarán frente a él los demás actores: ¿quiénes se sumarán o colaborarán y quiénes se destacarán en la oposición? Según con quiénes se choque terminará también de definirse la identidad y orientación del gobierno.

Y aún hay otra incertidumbre: ¿Cuánto pesarán en todo esto las preferencias y decisiones de Macri y sus aliados, cuánto los avatares de la coyuntura y lo que interpreten de ella los demás?

El peronismo sumó un descomunal tropezón a la serie de sinsabores con que se cierra su cuarto ciclo en el gobierno, el más prolongado, no el más trágico, pero tampoco el más exitoso. Con el fracaso de Scioli han quedado definidas tres facciones en competencia en esta fuerza, los kirchneristas, los pejotistas y los renovadores, pero ¿cuál se volverá el contradictor de Macri?, ¿cuánto habrá que esperar para disputen por el partido?

Leia mais:  México: Trump, Peña Nieto e os desafios de 2017

En principio parece la oposición se encabezará desde el Congreso. Y puede que eso sea bienvenido por el propio Macri: sería para él un alivio tener enfrente “al pasado”, gente con abundantes cuentas con la Justicia y detestada por el resto de los peronistas. La envidia de Alfonsín, quien no logró que Isabel abandonara su residencia madrileña. Hasta puede que, a más de oposición, los kirchneristas quieran hacer a nivel nacional lo que han hecho estos años sus delegados porteños: ser ellos los que acuerden las leyes que el Ejecutivo necesite, dejando fuera a sus competidores internos. Ello permitiría a Macri superar a Frondizi, quien nunca pudo hacer con legitimidad y abiertamente ese juego con Perón.

El principal obstáculo para que esto funcione es la poca sobrevida que le queda al kirchnerismo. En parte por la paliza que le propinó Macri. Y por los abusos y errores de Cristina, que la debilitan como líder. Si es así entonces Macri tendrá problemas parecidos a los de Alfonsín con los renovadores y ortodoxos de los ochenta. Macri puede hacer lo posible por seguir teniendo como oposición a lo que quede del kirchnerismo. Pero eso no va a durar mucho. Puede esforzarse por darle una pata distributiva y progresista a sus políticas de modernización capitalista. Y ojalá tenga éxito. Pero va a tener que elegir los componentes esenciales de su proyecto, y ojalá no se le ocurra querer seguir haciendo todo a la vez, representar a todas las demandas, y mucho menos convertir al PRO en una “socialdemocracia criolla”. De todo eso ya tuvimos ya suficientes ensayos fallidos.