Los resultados de la Consulta Popular del 4 de febrero de 2018 marcan el inicio de una nueva fase política en Ecuador: el presidente Lenin Moreno, electo en mayo del 2017 bajo el auspicio del ex-presidente Rafael Correa y de Alianza País, buscó desde el primer día ganar un espacio propio y marcar distancias, y, lo hizo rápidamente, pero requería refrendar un respaldo popular directo, eso le ha dado este referéndum con una votación positiva promedio nacional del 67% del electorado.

Los resultados muestran inclinaciones regionales, que reflejan posicionamientos políticos: tomando como referencia la votación respecto de la pregunta 2 de la Consulta Popular, aquella referida a eliminar la reelección indefinida, aspecto crucial de este proceso, en la amazonia la votación por el Si bordea el 81%; en la región andina la votación por el Si bordea el 74%; en la región costa la votación por el Si bordea el 59%. Solo pierde en una provincia, en Manabí, donde obtiene el 49%; en las otras veinte gana.

El anverso muestra las menguadas fuerzas de Correa y la fracción de Alianza País aglutinada a su alrededor: el promedio nacional del No alcanza el 33%, que regionalmente se desglosan así: en la región costa alcanza el 41%, en la región andina alcanza el 26%, en la amazonia el 19%, y solo gana en una provincia: Manabí, pierde en las otras veinte.

Es la culminación de un devenir vertiginoso, entre mayo del 2017, posesión de Moreno, y febrero de 2018, realización del referéndum: en apenas nueve meses alteró radicalmente aspectos sustanciales de la hegemonía política que dio sustento a la elección de Lenin Moreno y mayoría parlamentaria a Alianza País: Jorge Glass no solo que ya no es el vicepresidente de la república, sino que guarda prisión y está condenado por asociación ilícita en el entramado de corrupción protagonizado por Odebrecht; el partido de gobierno se fracturó en dos alas: la una, calificada de “morenista”, controla ahora el aparato oficial y la mayoría del bloque parlamentario; la otra, calificada de “correista” se ha desafiliado del partido, intenta formar otro, y se torna en principal expresión de oposición al régimen.

El estudio de estos acontecimientos es complejo y requiere de una lectura integral, pero inicialmente observamos que, en el escenario internacional, en los analistas ubicados dentro de la llamada tendencia progresista, predomina una lectura inmediatista y simplificadora de “la traición al líder” y la reversión a un supuesto proyecto revolucionario.

Para estos análisis, en Ecuador estamos frente una situación asimilable a la de un golpe de estado, se trata de derechistas solapados e incrustados que se han tomado al asalto el poder, a lo interno de la organización gobernante, conformando una nueva versión de los denominados “golpes blandos”.

Y no es así. Leer de esa manera la situación de Ecuador es un grave error, desconoce la complejidad del proceso político en sus niveles de larga y corta duración, las tendencias y sectores en disputa, las debilidades y fuertes errores de los diez años de una denominada “revolución ciudadana”.

Actuar con dicha mirada ligera y ahistórica hace mucho mal, en primer lugar, al propio progresismo, en segundo lugar, al conjunto de sectores que luchan por una transformación profunda en Latinoamérica.

Aspiramos a presentar lectura diferente que intenta dar cuenta de los procesos de corto alcance: contexto poselectoral, las opciones de Moreno y el rol de la consulta de febrero; de mediano alcance: los límites y contenidos reales de los gobiernos de Correa; una mirada de largo alcance: los desafíos históricos de una etapa que va más allá de Correa y el progresismo.

Escenario poselectoral: las opciones de la tendencia “morenista”

El primer aspecto a establecer es la fragilidad del triunfo electoral en primera y segunda vuelta electoral del binomio Moreno-Glass y de la hegemonía de Alianza País, fragilidad porque ese pequeño margen por encima del 50% fue fruto de ocultar al conjunto de la población tres aspectos cruciales: la crisis económica provocada por la caída precipitada de los precios de venta del petróleo crudo y en general de las comoditties a partir del 2015, el involucramiento directo del régimen en el entramado de corrupción de Odebrecht en la ejecución de la gran obra pública, y el fraccionamiento interno de Alianza País.

A Lenin Moreno en lo fundamental, en ese contexto de fragilidad le quedaban solo dos opciones: i) ser títere de Correa, sostenerse sobre el “capital político” del ex-presidente y delegar en él las estrategias para eludir los escándalos de corrupción, el endeudamiento externo, la fractura interna y la ausencia de consensos reales, lo cual implicaba atrincheramiento y confrontación; o, ii) romper con el caudillo, escapar a su égida e intentar generar un espacio propio con una parte del partido de gobierno añadiendo alianzas con los sectores que habían sido combatidos por Correa.

Lo sorprendente fue que, en ese camino acelerado de distanciarse del caudillo, se alinearon a su alrededor las dos terceras partes del partido gobernante, y solo una tercera parte se mantuvo con el viejo líder.

Este fenómeno evidencia que era una agrupación política construida alrededor del aparato gubernamental, pero también que la mayoría de la dirección era favorable hacia una evolución política diferente a la conducida por Correa, que los supuestas cohesiones que aquel mostraba eran superficiales y frágiles.

En el Ecuador la mayoría de la cúpula de nivel nacional y provincial del progresismo optó por vía de mutación que implica alianzas hacia la derecha y hacia la izquierda, para así hacer frente a la situación internacional de “cierre del ciclo”, y la situación interna de inminente crisis política y económica. La vía evolutiva está marcada por ese pragmatismo ¿será eso suficiente?

El rol de la consulta de febrero

La consulta popular de este 4 de febrero era parte de la mencionada mutación, dar una base política y social propia al gobierno de Moreno en condiciones de ruptura con el viejo caudillo, por ello de las siete preguntas las centrales fueron dos: aquella que elimina la reelección indefinida (pregunta 2) y aquella que reestructura el consejo de participación ciudadana (pregunta 3).

La evolución de los dos planteamientos son decidores de los contenidos de construcción política planteados en la fase correista y la posterior a la misma: en el proceso constituyente una de las tesis fundamentales fue el rechazo a la reelección indefinida y de esa manera quedó plasmada en el texto de la Constitución del 2008, pero luego fue reformada por la mayoría de la Asamblea Nacional (nombre del poder legislativo).

Y el otro dato es que el llamado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, que supuestamente asemejaba a lo que se pudiera llamar poder popular, terminó conformado íntegramente por miembros cercanos al partido de gobierno e incluso familiares directos de parlamentarios o funcionarios gubernamentales.

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El triunfo del Sí en la Consulta, con los resultados señalados al inicio del artículo, genera condiciones para la fractura en la hegemonía de Alianza País al resquebrajar la maquinaria de control político y cohesión vertical implantada en los diez años anteriores.

¿Mas de lo mismo? Caudillismo + Extractivismo

Proponemos leer el desenvolvimiento actual del progresismo ecuatoriano como una confrontación entre dos tendencias: la tendencia de evolución pragmática que opta por un nuevo juego de alianzas políticas y sociales que den sustento al gobierno de Moreno y le permitan gobernar cuatro años; y la tendencia ideológica que apostaba por atrincherarse alrededor del viejo caudillo y resistir en la confrontación, ante la coyuntura de la consulta ellos ponen acento en la versión de una traición y apuestan por la crisis inminente del régimen de Moreno, sentando las bases para un nuevo retorno del caudillo.

Pero el escenario nacional es mucho más amplio que las tendencias a lo interno de Alianza País, y eso está cada vez más claro. Los consensos anteriores eran un espejismo.

Para ello es indispensable una evaluación de la década 2007 – 2017 y dos aspectos determinantes: una construcción política basada en el caudillismo y una construcción económica basada en el extractivismo, como telón de fondo una vía de modernización capitalista bajo inversión y parcialmente planificación estatal.

La cohesión política giró alrededor del caudillo y generó un aparato tecnocrático y propagandístico para asumía los roles de conducción que hubieran correspondido al partido.

El neodesarrollismo combinó un fortalecimiento del aparato estatal, merced al auge del precio de las commodities, más alianzas con el agronegocio, modernizando y sosteniendo el patrón de acumulación primario exportador, que se mantiene intacto.

Un progresismo construido sobre pilares de caudillismo y extractivismo es un progresismo con pies de barro.

Desafíos históricos: una etapa que va más allá de Correa y el progresismo

Una lectura adecuada sobre las evoluciones proceso actual en el Ecuador requiere una visión del largo plazo, que no empieza ni termina con el correísmo; debe ser ubicada en una etapa que inicia en el año 1990 y que avanza hasta el momento presente.

1990 por el levantamiento indígena del Inti Raymi que propuso por primera vez al país un programa de demandas que pone en cuestión el viejo modelo de estado nación, que en el trayecto, con el desmoronamiento de los regímenes neoliberales (1996 – 2006), fue asumiendo nuevas reivindicaciones y nuevos movimientos sociales, que optaban por la vía del proceso constituyente (2007 – 2008).

Si en verdad queremos hablar de una fase posneoliberal debemos remitirnos a los contenidos sustanciales del proceso constituyente. Y los puntos fundamentales de ese programa de cambio son: plurinacionalidad, interculturalidad, economía social y solidaria, soberanía alimentaria, y un horizonte de cambio que mira al sumak kawsay – buen vivir.

Correa los trastocó bajo un programa desarrollista clásico denominado “cambio de la matriz productiva”, cuya principal vitrina fue la gran obra pública y los subsidios para superar la pobreza.

Su sucesor ha renegado la vía política padrino, pero mantiene la vía económica de capitalismo con un estado paternalista.

Ahora la derecha pugna por asumir el control directo del programa económico y retornar al neoliberalismo.

Los resultados de la consulta del 4 F dejan un escenario nuevo: un ejecutivo con apoyo social pero de un abanico de fuerzas disímiles, el partido de gobierno dividido, la mayoría de la cúpula alineada con el régimen pero con un electorado disperso.

¿Todas las cartas están jugadas?: No, se abre una etapa de disputa por la conducción definitiva de la fase política. Entre las interrogantes abiertas se encuentra la siguiente: ¿será posible que emerja una izquierda que haga suyo el programa histórico constituyente?

Viejos errores, ¿nuevas lecturas?

Una de las ventajas del nuevo momento es que evidencia en mayor dimensión las limitaciones y errores de la vía caudillista, y esboza escenarios de renovación, que de otra manera no hubieran sido posibles.

Son limitaciones antiguas, al parecer muy enraizadas, han estado en varios procesos de la izquierda ecuatoriana, latinoamericana e incluso mundial: partido desde el gobierno y aparato electoral, caudillismo y verticalismo, organización popular dividida y movimientos sociales como correas de transmisión, democracia restringida.

Alianza País nació desde el gobierno, no desde las bases, se fue estructurando alrededor de la conducción gubernamental y afinando su funcionamiento más como un aparato electoral que como un partido político, las diversas fracciones internas tenían pocos puntos de cohesión, uno de ellos era el líder caudillista.

El caudillismo se fue consolidando a medida que el partido y el gobierno evolucionaban hacia una propuesta de modernización capitalista con el estado, o mejor dicho el poder ejecutivo como eje central; en un primer momento todas las funciones del estado giraban en torno al presidente, en un segundo momento el estado expresaba a toda la sociedad.

De ahí el paso siguiente fue la posición frente a las organizaciones populares: si se alineaban alrededor del ejecutivo y del caudillo prosperaban, si divergían u optaban por una línea de autonomía eran objeto de acoso e intentos de fraccionamiento: o eres correa de transmisión o pereces.

Todo esto desemboca hacia un aspecto crucial de la construcción política: como entender y aplicar la democracia. Evitando caer en la reducción de la democracia como división de las funciones del estado. De los aspectos medulares se asumió solo el titulo pero se vacío de contenidos sustanciales: participación popular, construcción política desde abajo, concientización social y política, todo eso fue sustituido por la voz única del caudillo y del aparato institucional, en el cual además tenían cabida oportunistas de toda laya.

La inminencia de una crisis política y económica parece estar pospuesta, la consulta de febrero abre nuevos escenarios y una disputa constante, pero solo han ganado tiempo, los desenlaces determinantes están por venir.


Bibliografía

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Alberto Acosta y John Cajas (2017). “El correísmo de regreso al W.C.”. En: Desafíos del Pensamiento Crítico – tomo 1. Edic. UCE – Quito

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Katu Arkonada (2018). “2018, el año de las izquierdas posibles en América Latina”. En: portal de internet ALAI.

Senplades (2013). “Plan Nacional del Buen Vivir 2013 – 2017”. Edic. Secretaria Nacional de Planificación – Quito.