Vicente Palermo

Cientista político, pesquisador do Centro de Estudios de Estado y Sociedad-CEDES, investigador principal do Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) e membro do Club Político Argentino. O artigo foi publicado no jornal La Nación, de Buenos Aires, em 24/11/2015.

 

Es engañosa la imagen de una sociedad políticamente dividida que arrojan los porcentajes del ballottage. Por definición, los ballottages son así: si el resultado es parejo, la sociedad parece dividida en dos, dando la impresión de un empate de fuerzas. Si el resultado es muy desigual, entonces muchos hablan de “triunfo aplastante”. Ambas imágenes conducen a errores interpretativos; los juegos de suma cero funcionan de este modo. Si los votantes son 100, la conducta de 10 puede cambiar el resultado de 50/50 a 60/40 (de un “empate” a una “derrota aplastante”). La polarización podría estar, en cambio, en las calles, en la prensa, en las organizaciones, en los grupos activos. Afortunadamente no es el caso. Hay, sí, diferencias fundamentales entre la propuesta de Cambiemos y la del kirchnerismo más cerrado. Pero esas diferencias no están arraigadas en la gente y el kirchnerismo fenece, a mi entender, sin remedio.

Una imagen más confiable de lo que somos políticamente es el perfil que nos devuelve la primera vuelta, ya sepultada por los acontecimientos: una sociedad política plural, no polarizada. Esto lo van a querer disimular tanto muchos macristas como muchos kirchneristas. Los primeros quizás porque les resulta más reconfortante ser la expresión de la mitad más uno de los argentinos que del algo esmirriado 34% obtenido en primera vuelta. Los segundos, porque harán esfuerzos desesperados (e inútiles) para ponerse al frente de los millones de votos alcanzados el pasado 22 por el FPV. Y ese perfil más plural y menos polarizado estará presente también en las instituciones, en la traducción de las preferencias electorales en posiciones institucionales. Si bien son pocas las provincias gobernadas por terceros partidos, la distribución parlamentaria es más diversa, y desigual: el peronismo domina el Senado sin atenuantes, y en la Cámara baja reina una mayor fragmentación. Pero el dato clave es la fragmentación del propio peronismo: es una de las incógnitas si los comportamientos políticos de los peronismos se aglutinarán o si se profundizarán las diferencias. Es más probable esto último. Creo que van a pretender representar un mismo “electorado peronista”, pero no necesariamente se unirán para hacerlo, más bien van a disputárselo, porque sus respectivos electorados adyacentes son ya diferentes.

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Todo esto no quiere decir que no podamos tener, en el futuro, la pesadilla de una sociedad política polarizada. Unas cuantas malas decisiones del futuro gobierno, y condignas decisiones de la oposición peronista, y tendremos de nuevo una polarización. Un país dividido aunque sea en la superficie. Con consecuencias muy negativas para la gobernabilidad y para la calidad de las políticas de gobierno.

Se puede discutir cuán polarizada estuvo la política argentina durante los 80, pero sin duda perderíamos todos recayendo en la polarización político-institucional que Alfonsín no tuvo quizás cómo evitar. Y en la relación entre el Gobierno y los peronismos se juegan en gran medida las fórmulas de gobernabilidad y el armado de coaliciones, con sus dimensiones territorial, vertical, que implica a los gobernadores, y horizontal, que refiere a las relaciones entre el presidente y el Congreso.

Política florentina. Estas dimensiones están fuertemente relacionadas. Mantener, por ejemplo, coaliciones parlamentarias estables será imposible con los gobernadores en contra. Grupos de gobernadores, tal vez, esperarán que el eventual acompañamiento de los parlamentarios de sus provincias al presidente sea compensado con posiciones en el gabinete del Ejecutivo. Esto en caso de que no se puedan o no se quieran concretar coaliciones partidarias más estables. Todo esto requerirá tiempo y dinero. Será el reino del cálculo y de la política florentina, sin envenenamientos pero lejos de la épica de las calles. Quizás la clave la tengan Massa y De la Sota. ¿Temerán que colaborar demasiado con el gobierno obstaculice una campaña de conquista del grueso del peronismo? ¿Ignorarán los peligros políticos de conducir un aglutinamiento peronista de oposición cerrada?

En Brasil, los partidos que entran en las coaliciones (votando con el gobierno y ocupando carteras ministeriales) no suelen pagar un precio electoral alto. Si el nuevo peronismo de vanguardia, por caso, se embarca en políticas oficiales que sean bien evaluadas por el electorado peronista, que ya demostró su gran independencia de criterio, podría ser premiado, y no castigado, por esa estrategia. En los 80 el peronismo había comenzado a parecerse al perfil alfonsinista, hasta que vino el león sordo, Menem, y se comió al violinista, Cafiero. Esta vez quizás no suceda lo mismo y tendremos un peronismo moderado.